25 septiembre 2012

De una pieza

Escribo estas líneas casi de milagro. Y no es un farol. Aún me palpo la ropa y no me termino de creer que siga entero, que no haya terminado en algún hospital medio enyesado para medio año. Llevaba unos días rumiando la entrada en el leñero de la casa, cuya puerta ya era imposible de pasar. Y fue, precisamente, ayer por la tarde, cuando lo puse en marcha.  
Comencé sacando la mayor parte de las cachivaches, cajas y libros que había en los numerosos muebles y estantes. Y fue en una de las subidas y bajadas por la escalera con cajas para colocar o cambiarlas de ubicación en las estanterías, cuando se me fue un pie -desde el cuarto peldañode la escalera- y terminé sentado en el suelo con toda la estridencia que puede producirse en estos casos. En ese instante, lo primero que se me vino a la cabeza fue pensar que me había roto algo. Poco a poco, moviendo articulaciones y palpándome el resto del cuerpo, fui descubriendo que me encontraba de una pieza. Algo milagroso para la aparatosidad de la caída y del consiguiente golpe. 

 

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