07 enero 2008

Carta tardía a los Reyes Magos

Queridos Reyes Magos:
Os escribo esta carta con el ánimo esperanzado de que, aunque haya sido escrita tarde, y éste que la redacta, aunque en el fondo siga siendo un niño, lleve ya muchos años que no cree en vuestras posibilidades de conseguir las demandas que os hacen. No obstante, y dado que la esperanza es lo último que pierden las personas, he decidido conscientemente utilizar esta vía y escribir esta misiva como herramienta útil para la hagáis llegar a quien corresponda y ver si es posible arreglar este desaguisado.

Para evitar malentendidos, quiero partir de la base de que soy un enamorado de la presencia de plantas y árboles para disfrute de los humanos –ya bastante cemento vemos a diario-. Quien me conoce sabe que disfruto plantando mis arriates y macetas, podando cuando llega el momento adecuado, abonando para obtener un crecimiento más óptimo, etc. Muchos me habrán oído manifestar la fascinación y la «envidia sana» que ejerce sobre mí la exuberante vegetación que tiene ese pueblo malagueño donde paso –siempre que mis actividades me lo permiten- la mayor parte de mi tiempo libre: en cualquier rincón que encuentran vacío colocan una una palmera, unos hibiscus, una lantana… Lo que sea. El caso es que haya verde, que la saturación de cemento que padecemos q uede un poco relajada. De ahí que me alegrara cuando el Ayuntamiento asumiera la idea de un árbol por cada bailenense. Aunque no me figuraba que estos árboles iban a venir en macetas.

Vivo en la calle Baños, y desde hace más de un año, los vecinos de la misma sufrimos la presencia y la vergüenza de unos elementos decorativos –llamémosles por ahora así- instalados por el Ayuntamiento en el acerado de la misma. Desconozco de quién fue la idea de su desacertada colocación. Estoy hablando de los macetones (debido a su tamaño) colocados en el doble sentido del acerado de la calle, en los que han plantado unas crías de naranjo, por llamarlas de algún modo.

No hay que ser experto en la materia para darse cuenta de que estos recipientes no son los más adecuados ni los más armoniosos para situarlos en plena vía pública. Imagino que tampoco habrán sido baratos. También su número es excesivo. Resulta menos atractiva la visión cada dos o tres metros de un macetón de estas características que si se hubieran espaciado un poco más. Por último, la planta elegida –un naranjo- no creo que haya sido la decisión más acertada. Lo que uno ve cuando llega a la calle es dos filas desproporcionadas macetas en cuanto al número, y como a unos dos metros de altura de las mismas un cogollito verde –donde haya- adornado, eso sí, con alguna naranja que otra. Claro, además no hay posibilidades de crecimiento de estos árboles –al menos, eso ha sucedido en el tiempo que llevan plantados-, ya que no se encuentran en el habitáculo más apropiado ¡Si eso es mejorar estéticamente una calle, que venga dios y lo vea!

La situación actual de este mobiliario urbano deja bastante que desear. Que yo sepa, hay hasta el momento tres maceteros rotos –algunos desde hace varios meses-, unos diez naranjos secos –tengo controlados varios que se secaron en el primer mes de su plantación- y uno, recientemente, partido por la mitad, fruto de las iras de algún descerebrado. Desde un tiempo a esta parte, ha habido diversas obras en otras tantas casas de esta calle y nadie, con responsabilidad en la materia, se ha dignado a mover estos macetones, más que nada para protegerlos, que se han ido llenando de yeso, cemento, cascotes y, evidentemente, han terminado por romperse.

El comentario generalizado de los vecinos, que padecemos su visión diaria, es de estorbo; es decir, estorban a las personas con problemas de movilidad que tratan de pasar por las zonas más estrechas del acerado y que la presencia de estos elementos les impide; estorban a los conductores que pretenden aparcar sus coches ya que al ser su ubicación cercana a la calzada por la que estos circulan, impiden que se puedan abrir las puertas de los mismos; son pequeños depósitos de basura –imagino que será debido a la falta de papeleras-, ya que no es extraño encontrarse en ellos latas de bebidas y tetrabriks vacíos, bolsas de chucherías o folletos de publicidad, lo que obliga cada mañana a sus vecinos a tener que recoger lo que dejan algunos desaprensivos incívicos; por último, debido a que la tierra de estos macetones está cubierta con una capa de corteza de arbolado para protegerla de las micciones de posibles gatos y perros, se les proporciona a los niños y no tan niños de la calle y sus visitantes armas arrojadizas con las que juegan inocentemente; ello conlleva que la mayor parte de las mañanas, la calle aparezca sucia y cubierta de estas cortezas, testigos mudos de incruentas batallas infantiles.

Los visitantes que ven la calle por primera vez esbozan un gesto de extrañeza por el excesivo número de macetas colocadas en el acerado y por la fealdad de su ubicación como elemento urbano. El paso siguiente es el comentario gracioso y con sorna: ¡qué, se nota que este pueblo es alfarero!

Me gustaría que el Sr. Alcalde o persona responsable de su colocación y mantenimiento, siempre dados a viajes y a visitar otras localidades por motivos obvios de su cargo, nos informara de cuántos pueblos o ciudades han visto con semejante desconsideración en sus calles.

Por todo lo anterior, queridos Reyes Magos, os pido que demandéis a quien corresponda que acaben con el sufrimiento de estos pequeños naranjos y los planten en los espacios adecuados a los mismos, donde puedan crecer con todas las fuerzas de que dispongan en su savia infantil. Que retiren de esta sufrida calle –algún día escribiré sobre el tráfico de vehículos pesados- estos macetones y los ubiquen en lugares propicios a su función, a saber, patios de edificios públicos como Ayuntamiento, Casa de la Cultura, Colegios, parterres de plazas, etc., eso sí, con unas plantas adecuadas a los mismos: plantas bajas y frondosas que realcen la belleza de la maceta que las contienen. Por último, y a modo de despedida, animar a los responsables del Ayuntamiento a que engalanen de verde nuestras calles pero en la proporción y medida justas, evitando repetir los errores cometidos.

Propósito de enmienda


Después del año sabático que me he tomado (¡aún no sé a cuento de qué!), me propongo firmemente retomar la obligación de publicar sensaciones y sentimientos que van surgiendo paulatinamente con el lento devenir diario. ¡Dicho queda!

Memoria

Hoy rebusqué en los huecos de mi memoria tratando de encontrar algo que me recordara a ti. No lo encontré. Los a...