Bajo la neblina gris que diluye
el paisaje en grotescas sombras,
tras el cristal de mi ventana
que todo lo deforma a mi antojo,
renace la esperanza de que el día
alargue aún más la tristeza
y la melancolía que envuelve
todo lo que me rodea.
Tampoco hoy será el día que espero,
que vacío, se va desangrando
como quien entrega el alma,
con despecho, con ironía y arrojo.
28 septiembre 2012
26 septiembre 2012
Voy a empadronarme en Cataluña
Le estoy dando vueltas a la idea y me parece que al final lo voy a hacer. Como aval puedo presentar las nóminas de maestro que me abonó la Generalitat allá por finales de los años 70 y principio de los 80. También puedo justificar mis casi tres años de residente en Santa Coloma de Gramanet. Y no solo eso, sino que me avalaría también el año que estuve viviendo y estudiando Bachiller a finales de los 60 en Palafrugell. Además podría presentar mi colección de discos de Serrat y Lluis Llach, todos ellos cantados en la lengua de Ausias March; y, por qué no, los de Raimon o Quico Pi de la Serra, que también tengo unos cuantos. Podría cantarles Et recorde Amanda, els carrers mullant-se..., y, con toda seguridad, no pondrían ningún tipo de cortapisa a mi petición.
Y todo esto para qué. Sencillamente para poder votar afirmativamente, si por fin convocan de una puñetera vez un referendum por la independencia y la autodeterminación. ¡Que ya está bien de tanta fatiga catalana!
25 septiembre 2012
De una pieza
Escribo estas líneas casi de milagro. Y no es un farol. Aún me palpo la ropa y no me termino de creer que siga entero, que no haya terminado en algún hospital medio enyesado para medio año. Llevaba unos días rumiando la entrada en el leñero de la casa, cuya puerta ya era imposible de pasar. Y fue, precisamente, ayer por la tarde, cuando lo puse en marcha.
Comencé sacando la mayor parte de las cachivaches, cajas y libros que había en los numerosos muebles y estantes. Y fue en una de las subidas y bajadas por la escalera con cajas para colocar o cambiarlas de ubicación en las estanterías, cuando se me fue un pie -desde el cuarto peldañode la escalera- y terminé sentado en el suelo con toda la estridencia que puede producirse en estos casos. En ese instante, lo primero que se me vino a la cabeza fue pensar que me había roto algo. Poco a poco, moviendo articulaciones y palpándome el resto del cuerpo, fui descubriendo que me encontraba de una pieza. Algo milagroso para la aparatosidad de la caída y del consiguiente golpe.
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