Este fin de semana lo hemos pasado en Priego de Córdoba. Aprovechando que participaban nuestros escolares en la Fiesta del Deporte que se ha celebrado en esta localidad cordobense, junto con otros deportistas de Almuñécar, Córdoba, Linares y el propio Priego, reservamos una habitación en esta sensacional Casa Rural.
Ya de por sí Priego es una ciudad digna de visitar. Entre sus monumentos más significativos se encuentran: el Castillo, el Barrio de la Villa (donde se encuentra enclavado este hotel), la casa natal de Niceto Alcalá Zamora, la fuente de los 139 caños, y un sin fin de iglesias y ermitas, dignos ejemplos del barroco andaluz.
Ya de por sí Priego es una ciudad digna de visitar. Entre sus monumentos más significativos se encuentran: el Castillo, el Barrio de la Villa (donde se encuentra enclavado este hotel), la casa natal de Niceto Alcalá Zamora, la fuente de los 139 caños, y un sin fin de iglesias y ermitas, dignos ejemplos del barroco andaluz.
Como decía, esta coqueta Casa Rural se encuentra ubicada dentro de un complicado entramado de callejuelas, de claras reminiscencias moriscas, que a través de pequeños paseos te transportan a otras épocas ya casi perdidas. El establecimiento es pequeño, creo que no tiene más de diez habitaciones, cada una bajo la denominación de un significativo nombre y decorada acorde al mismo.
Llegamos a media tarde, nos ofertaron la habitación denominada «Pasión», una combinación de bellísimos tonos rojizos y granates. Una vez aposentados en la misma, bajamos a darnos un baño en el hamán (piscinas con agua fría, templada y caliente). Estuvimos intercambiándonos en las mismas por espacio de más de una hora, entrando además en la sauna y saboreando tés aromáticos que estaban a disposición de los bañistas. Tengo que reconocer que la sauna la disfruté poquito: me ahogaba del calor que hacía allí dentro; y que a la piscina de agua fría ni me acerqué (¡tiritaba solo de pensar en meter allí un pie!). Durante el baño, también recibimos un relajante masaje de espalda. ¡Parece mentira que la masajista que me tocó a mí tuviera la fuerza que yo notaba en mi maltrecha columna.
Finalizado el baño, nos vestimos y nos fuimos a un restaurante rural de Zagrilla, núcleo poblacional cercano a Priego. Degustamos unas alitas (especiales de la casa), revuelto de collejas (¡llevaba años sin probarlas!) y presa ibérica, además de jamón, queso y algún plato más que ahora no recuerdo.
Para cerrar la noche, nos fuimos a echar unos cubatas a un par de pubs de Priego, los cuales, al igual que cualquier pub de cualquier sitio de España, haya muchas o pocas personas, independientemente de la «marcha» que tenga en su interior, la música la ponen para sordos. ¡Lo llevamos en la sangre!
No hay comentarios:
Publicar un comentario