
Pero de nuevo ha ocurrido durante esta Semana Santa. Hemos pasado toda la semana en La Carihuela y no he conseguido encontrar un sólo momento para leer, para hacer las chapuzas correspondientes, para ver cualquier película (en casa, se sobreentiende) o -y esto es lo increible- para conectarme a Internet. He conseguido estar más de una semana sin leer el correo, sin ver y descargar los grupos de noticias, sin ojear la prensa on-line, o ver las cuentas del banco.
¿Que en qué he invertido mi tiempo? En descubrir la utilidad de mis sentidos: cegarme con la maravillosa luz que desprende el Mediterráneo al amanecer; deleitarme con las conversaciones de mis semejantes, unas veces conocidos y otras no; degustar la exquisitez de la cocina malagueña; disfrutar con los interminables olores del entorno: el mar, la exhuberancia de las plantas por todos lados, los guisos caseros, los vinos ...; y tocar todo esto desde la satisfacción de lo vivido. ¡No se puede pedir más!
Si hace un par de años me lo llegan a decir, me hubiera carcajeado de tal afirmación. ¡CARPE DIEM!
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